El triunfo de Los Pumas frente a los poderosos All Blacks, sin dudas, es una de las noticias más importantes de los últimos tiempos para el deporte de nuestro país.
Estando frente al televisor pensaba en cuánta gente estaría en esa misma situación, más allá de la gente “del Rugby”, como suele decirse. Y pensaba, al finalizar el encuentro, cuánta gente estaría con las lágrimas al saltar por tanta emoción. Para comprender un poco más este fenómeno maravilloso del 25-15 hemos convocado a especialistas en la materia y queridos amigos para que nos brinden su experta opinión.
Agradecemos estas colaboraciones y el sentimiento puesto en cada una de las palabras brindadas. Puede palparse, puede sentirse esa intensidad. Gracias Ancho, gracias Vasco, gracias Magin y gracias Bocha, queridos amigos siempre dispuestos.

A mi entender, fue un partido impecable, en el que cuesta encontrar algún posible error cometido por Los Pumas. La capacidad de concentración así como la física, estuvieron a la altura del mejor equipo del mundo. Evidentemente, el trabajo que está haciendo la U.A.R., para estar a este nivel, se está reflejando. Se vio un equipo con valores muy sólidos que, sin dudas, los jugadores traen de cada uno de sus clubes, que es donde todo empieza: se genera una mezcla que es ese ADN amateur, con sus raíces, los amigos, los recuerdos, etc., que les da lo que se necesita para poder entrar a una cancha y tener el nivel de competencia que pudo observarse.
Esperemos que sigan en ascenso. No debe ser nada fácil pero lo que están
mostrando entusiasma a toda la comunidad del Rugby y eso es muy bueno para el deporte.

El triunfo de Los Pumas nos deja como enseñanza que los trabajos son a largo
plazo, que es importante proyectar, generar metas. Dicho logro es el fruto de mucho esfuerzo y trabajo, muchas generaciones de Pumas que intentaron ganar y no pudieron. Y que el jugador argentino, ante la adversidad (en este caso en plena pandemia sin poder jugar por varios meses), doblega esfuerzos para poder lograr su propósito. No solo en el rugby, sino en otras disciplinas, hockey, básquet, etc., siempre el jugador argentino por sus características tiene un plus que lo distingue del resto.
Asimismo y si bien los jugadores de Los Pumas son profesionales, están nutridos de jugadores amateurs de clubes, fruto del trabajo encomiable de héroes anónimos, que dan su tiempo y dedicación, para formar y contener a los jugadores, en los clubes a lo largo y ancho del país. Para ellos va mi agradecimiento y felicitaciones.
Un anhelo es que mayor cantidad de jugadores se acerquen a este hermoso y noble deporte.

Lo mágico del deporte, en este caso el rugby, es que siempre está latente la
posibilidad de quebrar los sentidos comunes, las rachas, las estadísticas… y cuando eso sucede, y el equipo que se impone además lo logra en situación de adversidad, se está en presencia de un acontecimiento humano  maravilloso que trasciende lo deportivo y nos transporta a la esencia misma de la vida. Y esto es lo que en mí confirmó o reafirmó el triunfo de los Pumas ante los All Blacks del sábado pasado.
A partir de la entrada de Los Pumas al rugby profesional de élite, que le permite competir de manera regular con las grandes potencias, todos los que formamos parte del mundo del rugby intuíamos que, tarde o temprano, éste triunfo se iba a dar.
Posteriormente esa intuición se transformó en certeza a medida que veíamos como Los Pumas (mas allá de algunos altibajos), a medida que pasaban los partidos, elevaban su nivel equiparándose a sus asiduos competidores, entre ellos Nueva Zelanda.
Por eso pienso que lo destacado del caso no fue en sí el triunfo, sino mas bien el momento y las especiales circunstancias en que se logró. Los Pumas venían de un Mundial traumático, que obligó a sus integrantes a hacer un replanteo muy profundo, y en donde nació un nuevo acuerdo «escrito sobre una hoja en blanco»;. Vino la pandemia, y con ella las limitaciones sabidas, que trajeron como consecuencia directa, entre otras, que Los Pumas enfrenten el partido del sábado pasado sin haber jugado en más de un año, mientras que el equipo de Nueva Zelanda venía en plena competencia con Australia disputando un torneo, y sus jugadores haciéndolo previamente en su exigente torneo provincial.
Contra estos antecedentes, y contra todos los pronósticos, hacían historia Los Pumas el sábado en Australia, imponiéndose por primera vez a los All Blacks, confirmándonos una vez más que cuando el valor y el poder de lo intangible prevalece sobre lo supuestamente establecido, una competencia deportiva se transforma en un acontecimiento humano de una belleza extraordinaria.

l triunfo de Los Pumas se puede evaluar de distintas maneras. Puede ser
evaluado desde el ángulo del trabajo, desde el del sacrificio, desde el de los proyectos o desde el punto de vista del esfuerzo, pero me gustaría poner el acento en el corazón que pusieron los jugadores, que puso el cuerpo técnico y el corazón que pusieron todos aquellos que conforman a Los Pumas, tanto adentro como afuera de la cancha.Y ese corazón se construye desde las bases del juego nuestro, desde las bases del Rugby que son los clubes. Ese corazón que llevó adelante a Los Pumas y que los puso en ese lugar, en este momento, que es, probablemente, el momento más difícil por el que ha pasado la humanidad en muchos de los últimos años. Creo que, muchas veces, nos lleva adelante, pura y exclusivamente, el corazón. Y los Pumas lo demostraron. Y ese corazón lo construimos todos en nuestros clubes.
Ese corazón Puma se construye en los clubes. Entre todos, desde la persona que lleva el agua o el que pasa a buscar a ¨los chicos¨. Y esto es una realidad que es fundamental que sea manifestada, no es una frase de Perogrullo. Es la realidad que construimos entre todos. De no ser así, esos jugadores no podrían haber salido a la cancha como salieron, después de un año sin jugar. Y esta realidad me llena de orgullo.